Por Ernesto Sanguinetti
Desde hace mucho tiempo que cada vez que me toca leer o analizar un fallo, un comentario de doctrina o participar de alguna mesa de negociación, me resulta llamativo que, ante el persistente crecimiento de la pobreza, sigamos persistiendo en discutir normativas, políticas o acciones que han evidenciado ya un notorio desgaste.
En un país donde los indicadores de Pobreza e Indigencia – que convengamos son medidos de una forma bastante benévola por el INDEC – arrojan desde el 2017 a fines de 2023 un crecimiento de un 58%, es bastante absurdo la ausencia de consensos. Pongámosle rostro a la estadística: estamos hablando de más de veinte millones de personas pobres.
Aun los optimistas del nivel de empleo o actividad económica evidenciado hacia finales de 2023 no nos ayudan para paliar la vergüenza de semejante nivel de pobreza, y diría, es aún más preocupante que en un país que demostró crecimiento del trabajo asalariado y autónomo, sostengamos una pobreza en notorio aumento. Generamos así una cultura inversa, donde el trabajo no es una forma de inclusión social.
En efecto, si tenemos presente que el indicador de desocupación descendió de un promedio de 8,4% en el año 2017 a un 6,1% en 2023, mientras que en el mercado autónomo el indicador de ocupación sube del 8,8% en 2017 a 10% en 2023, se cae en la triste conclusión en que el aumento de actividad comparado contra el aumento de la indigencia y de la pobreza, consolida un grave fenómeno, que es la existencia de trabajadores – asalariados o no – pobres.
Este es un primer punto que consolida el fracaso: tenemos cada vez más trabajadores que con sus ingresos no cubren las necesidades básicas para una vida decente.
A lo expuesto, debemos sumar que el universo del trabajo asalariado en Argentina ha demostrado una exclusión del sistema formal cada vez más creciente con una tasa de informalidad que del 2017 al 2023, varió en un 14% en aumento, llegando a tener el 36% de los trabajadores privados excluidos del sistema de Seguridad Social.
La informalidad excluye a los trabajadores de toda protección, legal – pese a que tanto se pregonan los derechos laborales – de seguridad social de corto plazo (sistema de salud, prevención de riesgos del trabajo y licencias por enfermedades, por ejemplo) y de largo plazo (jubilación y/o sistema de incapacidad).
El aumento del empleo informal, evidencia el segundo fracaso.
Es un fracaso de todas las normativas vigentes a tal fin, pero a la vez, esencialmente del rol del estado en la omisión de contralor. Podrán derogarse o podrán implementarse normativas más ágiles, como pareciera ahora impulsar la reforma laboral, pero no caben dudas que la causa esencial del fracaso es la omisión del rol del estado en controlar adecuadamente, permitiendo en los hechos una situación de competencia desleal que premia al empleador incumplidor con el perjuicio de fomentar la precarización laboral.
En el mismo sentido habrá que analizar si el sistema indemnizatorio laboral previsto por nuestra legislación, ha sido una herramienta eficaz para la re-inclusión laboral y protección del trabajador ante la desocupación, en tanto se evidencia la existencia de un núcleo duro de desocupación materializado esencialmente en un estancamiento del empleo privado y la inclusión laboral se ha materializado levemente por el empleo público y por los denominados autónomos, ajenos a una cobertura indemnizatoria.
En efecto, las estadísticas demuestran que el empleo privado se mantiene en números similares desde el 2017 a la fecha (algo así de un 34/36% de la Población Económicamente Activa), mientras que en paralelo el empleo público creció un 10% y los trabajadores autónomos un 13%.
El crecimiento del empleo público, en un estado que ha demostrado en muchísimos casos ser el principal incumplidor a las normativas laborales, muchas veces motivado su crecimiento por razones políticas y no necesariamente de servicio, afecta el espíritu fundamental del empleo público, generándose múltiples contratos que, en la práctica, materializan situaciones que – aun con independencia de su calificación – implican una precarización.
Por su parte, la evidencia del crecimiento del “trabajo autónomo” – que no necesariamente son precarizados o situaciones dependientes encubiertas – en línea con la corriente económica mundial, demuestra una desestructuración de la concepción tradicional del asalariado y de nuestras previsiones legales de dependencia (por lo menos en sentido tradicional).
Estos indicadores son el tercer punto del fracaso: argentina ha crecido solamente en empleo precarizado y/o excluido de los sistemas de cobertura de seguridad social.
Estos indicadores resultan de por si suficientemente ilustrativos para demostrar que el fracaso de la política laboral, en tanto no ha sido efectiva para generar un crecimiento del empleo decente, por lo menos entendido como tal a aquel que incluye al trabajador en los sistemas de seguridad social y garantiza un ingreso mínimo para vivir dignamente.
El contexto actual no parece opacar estas conclusiones, en tanto evidencia una pronunciada caída de actividad que aparejará un aumento de los indicadores de desempleo.
Como ya he expuesto en otro trabajo previo, existe de base una tendencia regional a una caída del PBI que se profundiza en Argentina por las iniciativas macroeconómicas. Para nuestro país, el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central de la República Argentina, prevé una caída del 3,5 % del PBI respecto del 2023; mientras que el Indicador de Actividad Manufacturera del INDEC, demuestra una caída que viene consolidándose en un 21% interanual. El Índice de Producción Industrial publicado por la Cámara de la Mediana Empresa, consolida una caída del 19% para el sector, aunque el análisis desagregado del índice de actividad manufacturera, demuestra números impactantes en ciertas actividades como, a modo de ejemplo, – 24,6% en Productos de Metal, o -37,9% en Maquinarias y Equipo, o del – 40% en Muebles, etc.
Hay que exponer también que, medidos mes a mes, lo cierto es que la actividad venía demostrando en general una tendencia a la baja de por lo menos desde Junio/2023, aunque más acelerada desde Diciembre/2023 a la fecha, si bien los estudios de diversas consultoras estiman que estos indicadores están tendiendo a nivelarse (comúnmente hablando del “piso”) lo real es que las consecuencias en relación al empleo aún no han sucedido y probablemente veremos en los próximos meses un aumento de la desocupación.
Deberemos evaluar, no obstante, si los indicadores de pobreza se sostienen, se agravan o reducen, en tanto la Argentina ha demostrado lamentablemente que el empleo no necesariamente implica una reducción de la pobreza, podrá por idéntico sentido intelectual pensarse lo inverso, aunque es cierto que en cualquier mirada de futuro la única posibilidad es el crecimiento de la actividad económica que apareje un crecimiento del empleo decente.
¿Cuál es la causa del fracaso? Los fracasos no son solamente normativos y se materializa por una gran variedad de factores: económicos, las normas laborales de fondo, las normas de política laboral, el marco fiscal, pero también la mirada judicial que es quien implementa la ley en el caso particular; pero ello no le resta foco a una necesaria revisión de la mirada que la doctrina laboralista y a los actores del derecho de trabajo han mantenido hasta la fecha.
Diría que una de las causas principales del fracaso es la falta de conciencia general. No es posible cambiar si no aceptamos primero la derrota. Empezar a salir de este fracaso consolidado, requiere primero no engañarnos y para ello debemos consolidar una cultura de medir los resultados y sostener las acciones y políticas conforme a su impacto real, dejando de lado los sesgos ideológicos (cualquiera sea su inclinación).
Y, en segundo lugar, deberemos dejar de lado el pensamiento que la responsabilidad es “del otro”. Requiere que todos los actores del derecho del trabajo nos abstengamos de pregonar banderas sin antes no avergonzarnos de la exclusión social ascendente. Debemos impulsarnos conjuntamente, para aunar esfuerzos y sostener la inclusión social por medio del trabajo y de la educación como meta prioritaria. Es probable que este pensamiento, nos permita lograr consensos fácilmente y empezar a cambiar estas cifras realmente penosas.