Por Ernesto Sanguinetti
Todos los indicadores de la macroeconomía anunciados no solamente desde el gobierno, sino desde diversas consultoras, avizoran la baja de los indicadores de inflación, por lo menos comparados con la acumulada a Diciembre/2023 (considerada la más alta del mundo). Tan golpeados estamos que la expectativa de una posible inflación menor a dos dígitos mensuales nos asemeja el arribo a la tierra prometida, pese a que la expectativa de inflación argentina supera en un mes lo que los países de la región acumulan en un año.
Es cierto que resulta imposible sostener cualquier actividad económica privada –emprender, invertir, expandir o sostener – con una escalada inflacionaria imprevisible y desbordada, que afecta no sólo al capital, sino esencialmente al empleo (tanto en la generación de empleo decente como en los niveles de remuneración necesarios para sostener un empleo digno).
Pero deberemos estar alertas a la necesaria reconversión que posiblemente las empresas deberán transitar, ya sea ajustando su setup productivo, sus matrices organizacionales y/o su estrategia.
El departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, publicó en enero de 2024 diversos estudios económicos, prediciendo que el PIB regional crecerá sólo un 1,6 % (Comparado con un crecimiento estimado del 2,2 % en 2023) evidenciando una expectativa de desaceleración de crecimiento económico. En Argentina, las consultoras económicas coinciden, con diverso tratamiento y efecto, en una notoria caída de la actividad, que rondaría entre el 2%/4% anual.
El contexto demuestra que estamos ante una caída de actividad que se mantendrá durante los primeros dos trimestres, y con alguna mirada más optimista para la segunda parte del año, aunque deberemos analizar con detenimiento las realidades sectoriales, ya que aun cuando la expectativa de recuperación económica para actividades vinculadas a los agronegocios, el comercio mayorista ligado a las exportaciones, o los sectores vinculados a la minería, por ejemplo, pueden verse beneficiados de una recuperación mucho más rápida, lo cierto es que la recuperación será despareja, y el consumo interno tendrá desequilibrios mayores.
Muchas actividades vienen teniendo una baja sostenida de consumo, que se traduce – por realidad o por expectativa – en una baja en los planes de producción, de compras, de stock, etc, que finalmente afecta la actividad y en consecuencia lógica, afectará al empleo. Tampoco esta caída de actividad avizora un escenario amigable para la recuperación del salario, lo que se traducirá en discusiones paritarias complejas, de conflicto y tensión, que generarán posiblemente en el primer semestre aun mayor incertidumbre.
Aun cuando la inflación retroceda, la desaceleración de la actividad económica afectará a los mercados laborales. Ya estamos viendo adelantos de vacaciones, suspensiones programadas e incluso despidos más o menos masivos, situación que, si bien todavía asoman con cierta timidez, vinculadas a ciertas actividades específicas, se mantendrán o acelerarán en todo el universo empresario, dependiendo del impacto que contenga la disminución de actividad.
En definitiva, muchas empresas ya ingresaron o ingresarán en un período de crisis, de mayor o menos envergadura, que demanda necesariamente una reconversión.
Si bien los denominados “números rojos” son un síntoma concluyente de una crisis, deberá estarse alerta a una adecuada evaluación de los problemas y de allí que es función esencial de la dirección de la empresa, establecer indicadores de gestión que pongan el foco en los procesos y en los responsables de su ejecución, ya que la mayor exigencia de los números permite una oportunidad de reconversión más profunda, generando eficiencias, enfoque o rediseñando estrategias, apuntados a hacer sustentable la actividad empresaria, no sólo para su continuidad, sino para su expansión, incluso en la exploración de nuevos mercados con mayor competitividad.
En este escenario es importante recordar algunos tips o consideraciones, a mi criterio fundacionales, para un proceso de reconversión exitoso.
Primero, el punto de partida debe ser entender la oportunidad e impulsar el cambio mediante la conformación de equipos interdisciplinarios. Implica entender ante todo que no es una cuestión financiera o económica, sino de entender el negocio en el contexto actual y futuro, y encaminar las medidas de cambio. Un enfoque que deberá integrarse no solamente con especialización en el negocio o mercado específico, sino además con áreas de capital humano, financieras y jurídicas.
En muchos casos será necesario dirigir nuestra atención a “quien” está realizando la actividad y no a “que” actividad en particular se está realizando. La gestión de la crisis – además de las urgencias necesarias – deberá orientarse al lugar desde el cual se percibe la realidad, cambiando el foco de atención, asumiendo que la única manera de cambiar, es atender la situación desde un lugar diferente.
En segundo lugar, es fundamental establecer un plan estratégico de corto y de largo, medible. Esto implicará en cada área contar con el conocimiento especializado no solamente en lo teórico, sino esencialmente en lo práctico, que permita a la empresa nutrirse de las diversas herramientas disponibles para gestionar el cambio
Desde el punto de vista jurídico, diversas alternativas suelen mencionarse como herramientas de adecuación: procesos preventivos de crisis, suspensiones programadas, renegociaciones colectivas, concursos preventivos, concursos privados, retiros voluntarios, etc.
Lamentablemente en muchos casos los asesores han distorsionado el uso de estas herramientas al aplicarlas sin comprender el contexto y las necesidades estratégicas de la empresa ya que, si bien todas ellas resultan válidas, debemos asumir que no son la solución al problema, sino un mero recurso que como tal deben aplicarse adecuadamente, con conocimiento técnico y práctico, y subsumidas en una estrategia general de la empresa.
Finalmente, es fundamental que el proceso de cambio se sustente en la buena fe de la empresa. No debe aprovecharse una crisis para generar mayor ventaja. Debe encararse con total transparencia, entendiendo la necesidad que las partes en conflicto (trabajadores, sindicatos, proveedores, acreedores, etc) deben aunar esfuerzos para lograr la continuidad.
Estos procesos habitualmente implican decisiones muy difíciles, por eso es ineludible que el proceso de cambio sea liderado en algunas virtudes esenciales que resultan fundacionales y estratégicas: humanidad, creatividad, humildad, templanza, y transparencia; y en este sentido debemos ser exigentes, ya que si quienes lideran no cuentan con la confianza del equipo, del grupo, de la organización y si no tienen las aptitudes y virtudes necesarias, deberá apartárselo del proceso.
Los procesos de reconversión implican inteligencia para encontrar soluciones y una actividad empresarial sostenible, pero está demostrado que el éxito depende en gran medida del cómo se implementa.